Una patente es un conjunto de
derechos exclusivos garantizados por un gobierno al inventor de un nuevo
producto o método, las patentes farmacéuticas se refieren a nuevos medicamentos
o productos procedentes de la investigación farmacéutica, es una forma de proteger el negocio y sacar
provecho exclusivo para obtener ganancias que retribuyan las inversiones que
ocasiono la investigación del producto.
Pero el negocio no se queda hasta
ahí, las transnacionales farmacéuticas privan de medicamentos a la mayoría para
obtener y asegurar ganancias, extienden las patentes haciendo prácticas no éticas,
falseando investigaciones e impidiendo la
competencia de los genéricos.
En Venezuela se hace un esfuerzo
por desarrollar una industria farmacéutica propia, para distribuir medicamentos
con un sentido de justicia social, por
lo que ha hecho convenios con la india y Brasil que son potencias en el
desarrollo de genéricos a nivel mundial.
Cuando una patente de un
laboratorio vence sobre un medicamento, la exclusividad se termina y por lo tanto
otras empresas pueden copiarlo en forma legal y distribuirlo, con una producción
igual a la fórmula del original y con igual eficacia terapéutica, pero la producción
de genérico se ve impedida al acceso al mercado por las transnacionales,
realizando guerras sucias o impidiendo la certificación dentro de los estándar sanitarios
de otros países, una reacción de protección del negocio de las transnacionales
que se ve injustificado y éticamente negativo, cuando hablamos de medicamentos genéricos
para el Cáncer o el HIV, donde los costos para millones de habitantes son inaccesibles,
pero para peor de males en África generaciones de seres vivos están comprometidos
con la muerte por no contar con los medicamentos.
Además hay denuncias extendidas y
serias, que señalan que estas transnacionales farmacéuticas se han convertido
en una extensión de la guerra biológica y química, producen enfermedades nuevas
o variantes de las viejas, las expanden en varios focos a nivel mundial, pero
aseguran la cura (medicamento) de la enfermedad
este debidamente patentada, es en el momento clímax de la pandemia, que lo
presentan como la solución única y mágica de la enfermedad que ellos mismos han
creado.
Para abordar este tema de discusión
colocaremos en el Blog un artículo de Sergio J. Duque Zambrano, publicado en últimas
noticias el 29 de marzo del 2015 en la página 14, reflexionemos y abramos el
debate.
“Las medicinas son parte
importante de la vida de todos. Acceder a estas es muchas veces garantía de
vida, pero tras ellas se esconde un negocio poco saludable.
Las farmacéuticas son gigantescos
conglomerados dedicados al desarrollo, producción y comercialización de
medicamentos entre los que destacan compañías como Pfizer, Novartis, Merck y
Roche, entre otras.
Con presencia mundial y
especializadas en el manejo del negocio corporativo, son propietarias de
numerosas patentes con las que se reservan el derecho exclusivo de fabricar y
comercializar millones de costosos medicamentos, de los que se priva a la
mayoría de la población mundial.
Basadas en criterios mercantilistas
y empresariales, los grandes laboratorios o corporaciones farmacéuticas
apuestan a tácticas orientadas a ganar capital.
Para Yajaira Bastardo, jefa de la
Cátedra de Farmacoeconomía en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central
de Venezuela, "en la industria farmacéutica siempre se va a atender el
desarrollo de productos que ofrezcan ventajas con respecto a los otros que hay
en el mercado, y del mismo derivan ganancias económicas". Como en
cualquier otra industria, destaca Bastardo, “su finalidad es obtener ganancia y
si no lo hace sale del mercado. Ella mantiene su posición comercial por el
desarrollo de estos mismos productos”.
EL NEGOCIO
Las grandes empresas de fármacos
confían en las patentes que adquieren por lustros y extienden gracias al
cabildeo político. A través de estas y las normas de certificación a las que
apelan frecuentemente, se reservan el derecho exclusivo de producir,
comercializar y obtener ganancia de los medicamentos que investigan. Dinámica
que niega el acceso a gran parte de la población mundial a las medicinas,
aunque buena porción de las investigaciones que se atribuyen son costeadas
principalmente por los gobiernos o dineros públicos (84%) y no por los
laboratorios, que solamente aportan 12%, según revelaron estudios
independientes de 2008 presentados por la Organización Internacional de
Consumidores y Usuarios (OCU) en su web ocu.org.
CUESTIÓN DE PRIORIDADES
El profesor de la Facultad de
Farmacia de la UCV y exministro de Comercio, Eduardo Samán, señala que las
grandes farmacéuticas "invierten pocos recursos en las enfermedades reales
o padecidas por la mayoría de las personas, pero invierten más en aquellos
problemas que pueden considerarse que son poco relevantes para la salud o vida
de la gente, como los asuntos estéticos".
Para ello acuden a prácticas como
restar importancia a los problemas más comunes de los países pobres como las
enfermedades tropicales y la tuberculosis, mientras enfocan su investigación en
las "enfermedades rentables" de los países ricos (afecciones
cardiovasculares), según reportó la organización Médicos sin Fronteras (MSF) en
su informe de septiembre de 2001 titulado Desequilibrio mortal. Así ha sucedido
con el ébola, que se conoce desde hace décadas (1976) y cuya cura o tratamiento
no se había buscado por ser una enfermedad endémica del África pobre, región
donde incluso la transnacional Pfizer realizó ensayos clínicos del antibiótico
trovafloxacino o Trovan, que de acuerdo con organizaciones internacionales y
funcionarios nigerianos, reseñados por la BBC, en 1996 ocasionó graves efectos
y la muerte de 50 niños en su país.
Estas empresas se asisten de
prácticas monopólicas como la reducción de impuestos y protección de mercados,
que aplican EEUU y la Unión Europea sobre ciertos fármacos como el costoso
Sofosbuvir (Sovaldi), indicado para el tratamiento de la hepatitis C y el cual
no permiten comercializar en su forma genérica en sus territorios para
resguardar a las corporaciones del avance de productos más económicos e
igualmente eficaces, provenientes de países como India, Brasil o Sur áfrica.
LA CAMPAÑA
"Las farmacéuticas apelan a
la difusión de datos falsos para crear paranoia colectiva y promover el uso
exclusivo de medicamentos de eficacia dudosa", afirmó el médico
gastroenterólogo e investigador Felipe Guzmán, quien recordó el caso del
Oseltamivir o Tamiflu de laboratorios Roche, cuyos ensayos clínicos fueron
"maquillados" para justificar su uso en el tratamiento de la “gripe
aviar” o AH1N1. En otras ocasiones, agregó Guzmán, los laboratorios han puesto
en el mercado productos peligrosos para la salud como la Talidomida, un fármaco
del laboratorio alemán Grünenthal Gmbh indicado para las náuseas en embarazadas
entre los años 1958 y 1963 y que causó el nacimiento de miles de bebés sin
extremidades.
Señala Felipe Guzmán que las
farmacéuticas hacen lobby y "apuestan a la conquista de mercados y la
obtención de ganancias de la mano con una visión perversa de la medicina, la
cual forma a los médicos para que muchas veces funjan como vendedores de los
productos de los laboratorios".
De acuerdo con la Lista 2013 de
las primeras 50 empresas publicada por la revista especializada PharmExect en
su sitio pharmexec.com, los diez mayores laboratorios acumularon 324 mil 700
millones (MM) de dólares ($) en ventas mundiales durante 2012. Cifras que
superan el presupuesto 2015 de países como Argentina ($153,104 MM), Chile ($62
MM), Perú ($45,621 MM), Colombia ($104,067 MM) o Venezuela ($117,731 MM),
reflejando las grandes dimensiones del lucrativo negocio farmacéutico.
El mismo cuyas ganancias
ascienden a 47 mil 499 millones de dólares, considerando solo los balances de
las cinco primeras empresas farmacéuticas descritas en la Lista Fortune 500 del
año 2014, publicada en Fortune.com.
Por su parte, la Federación
española de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública, en su comunicado
oficial de enero de 2015 llamado Las guerras de las multinacionales
farmacéuticas las paga la ciudadanía, denunció la estrecha relación entre los
organismos estatales de control y las corporaciones en Europa, donde -precisan-
la Agencia de Evaluación de Alimentos (EMA) es financiada en 80% por las
corporaciones, mientras la Administración de Drogas y Alimentos de EEUU (FDA)
recibe 75% de aportes de la industria privada.
No extraña entonces que el
Comisionado Adjunto de Productos Médicos y Tabaco de la FDA, Robert Califf,
esté postulado a encabezar la FDA, aun cuando la revista Times, en su edición
del 19 de febrero de 2015, señala que "es visto como una amenaza a la
autoridad e independencia del ente, por su profunda vinculación financiera e
intelectual con la industria farmacéutica".