Como dicen en nuestro acervo cultural de venezolanismo LA TRANPOCERIA SALE, tanto que han criticado los españoles a Venezuela con respecto a los derechos humanos, ni hablar de la red mediática internacional que opera desde México, EEUU, Chile, Argentina, Brasil entre mucho mas países en el globo, pero han recibido un duro golpe, nada y nada menos desde la Organización de las Naciones Unidades, con la aprobación por parte del Comité de Derechos Humanos de la ONU, al presentar y concluir con una apreciación positiva de la implementacion de los derechos humanos en Venezuela, según lo estipulado en el pacto de derechos civiles y políticos.
La particularidad del año 2016, es que en la MADRE PATRIA, muchos han llegado a la obsesión, que se expresa directamente en el hecho de que en sus propias elecciones para la escogencia del nuevo gobierno de España que sustituya a Rajoy, tuvo un énfasis dentro de la campaña electoral para conformar el gobierno, la situación de política de Venezuela, no la de España, que como punto vital estaba presente la violación de los derechos humanos por el gobierno revolucionario del presidente Nicolas Maduro, con un capitulo especial dedicado a los presos políticos, sin mencionar que han sido juzgados por delitos en tribunales venezolanos con sentencias firmes y ratificadas por el Tribunal Supremo de Justicia, máximo punto de apelación de la sentencias, entre otras cosas, mencionaremos la exageración de presentar hambrunas en Venezuela como si fuera África con un gobierno inoperante.
Una clara estrategia española para desviar la atención a la verdadera situación de España, que se encuentra en una profunda crisis no solo económica, que es también política, con una profundo implicación social, al pasar todo el año sin tener gobierno y con una deuda que supera el producto interno bruto de los españoles en todo un año, osea un español promedio tendría que trabajar todo un año y donar la totalidad de su sueldo, sin gastar un céntimo para comer ni vivir, eso equivale a pagar la deuda externa de España.
Es que España ha sido reprobada en la materia de derechos humanos en mas de 26 preocupaciones, por parte de la comité de derechos humanos de la ONU , nombraremos algunos aspectos como :
- Racismo policial y la ley Mordaza
- Expulsiones en caliente y centros de internamiento de extranjeros
- Desigualdad de genero y violencia machista
- Trata de blancas y esterilización de discapacitados como aborto ilegal.
Ahora evaluemos, que tanto criticaron a Venezuela los españoles, si un órgano internacional imparcial como las ONU, evalúa a España negativamente y a Venezuela de forma positiva, en el mismo periodo 2016, no es calificable la aptitud española como intencional, alevosa y de mala fe, para decirlo suave.
Ni hablar del nuevo gobierno de Argentina, como también el gobierno golpista de Brasil, que manifiesta su disconformidad con la situación política de Venezuela, sin ver la acentuada crisis en sus respectivos países, como la ampliación de las horas laborales, perdidas de beneficios contractuales despidos masivos y un aumento de la inflación.
Es que sin ver sus propios defectos critican a los otros paises, como decimos en Venezuela CACHICAMO DICIÉNDOLE A MORROCOY CONCHUDO, pero observa tu concha antes de criticar a los demás.
Colocaremos para el análisis y el debate un articulo de Mark Weisbrot publicado en las Ultimas Noticias.
Las organizaciones de
derechos humanos se crean supuestamente para defender ciertos
principios universales, tales como el Estado de derecho y la libertad
ante la represión por parte del Estado. Pero cuando sus sedes están
en los Estados Unidos y estas se vuelven muy cercanas al gobierno de
ese país, con frecuencia se hallan en sintonía con la política
exterior de EEUU.
Los últimos
acontecimientos en América Latina han puesto de manifiesto este
problema. El 29 de agosto, el Senado brasileño destituyó a la
presidenta electa, Dilma Rousseff, a pesar de que el fiscal federal
asignado al caso resolviera que las gestiones de contabilidad por las
que se le había acusado no constituían delito alguno. Por otra
parte, se filtraron las transcripciones de llamadas telefónicas
entre los líderes políticos que impulsaron la impugnación, las
cuales demuestran que buscaban deshacerse de Dilma a modo de
protegerse de las investigaciones de corrupción en su propia contra.
Ahora el nuevo gobierno
intenta implementar una agenda de derecha ya derrotada en las últimas
tres elecciones presidenciales.
Parte de esa agenda de la
derecha es crear una alianza cercana con Estados Unidos y su
estrategia de guerra fría de “contención” y “retroceso” con
respecto a los gobiernos de izquierda en América Latina.
Aquí es donde entra
Human Rights Watch (HRW), la organización más destacada de derechos
humanos en Estados Unidos, en particular su división encargada de
las Américas. HRW se abstuvo de presentar la más mínima crítica
del proceso de juicio político. Peor aún, el director ejecutivo de
la división de las Américas, José Miguel Vivanco, fue citado en
los medios brasileños -el día en que el Senado votó para expulsar
permanentemente a la Presidenta- declarando que los brasileños
“deben estar orgullosos del ejemplo que le están dando al mundo”.
También elogió la “independencia del poder judicial” en Brasil.
Sergio Moro, el juez que investiga los casos de corrupción política,
se aleja mucho de ser independiente, pues tuvo que disculparse en
marzo por haber filtrado a la prensa conversaciones intervenidas
entre el anterior presidente Lula da Silva y Dilma; entre Lula y su
abogado, y entre la esposa de Lula y sus hijos.
Vivanco también parece
apoyar la persecución política contra la ex presidenta de
Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, mientras que alaba a su
sustituto, el derechista apoyado por EEUU, Mauricio Macri. Fernández,
junto con su pasado ministro de Hacienda y anterior director del
Banco Central, han sido acusados de llevar a cabo lo que cualquier
economista sabe que no es otra cosa sino una operación normal del
Banco Central. Se trata evidentemente de un intento de eliminar de la
política a una ex mandataria de izquierda que, junto con su
antecesor y difunto marido, Néstor Kirchner, presidió un aumento
enorme en la calidad de vida de los argentinos a lo largo de 12 años.
Por supuesto, toda esta
conducta se alinea estrechamente con la política exterior de Estados
Unidos en la región; por ejemplo, la gestión Obama ha
demostrado con claridad su apoyo al golpe de Estado brasileño. El 5
de agosto, el secretario de Estado John Kerry se reunió con el
canciller interino de Brasil y celebró una conferencia de prensa
conjunta con este para anunciar el “futuro positivo” de las
relaciones entre EEUU y Brasil. Al hacer estas declaraciones
conjuntas y actuar como si ya se tratara del verdadero gobierno de
Brasil, cuando el Senado brasileño aún no había decidido el
destino de la Presidenta electa, Kerry dejó claro dónde estaba
parado el Gobierno de Estados Unidos. El Departamento de Estado ya
había enviado una señal similar en mayo, tres días después de que
la cámara baja brasileña votara a favor de la impugnación de
Dilma.
Por su parte, el
presidente Obama no dejó dudas acerca de su preferencia por el nuevo
gobierno de derecha de Argentina, cuando su gestión levantó su
oposición a los préstamos por parte de organismos multilaterales
que había impuesto durante el gobierno de izquierda anterior, y que
por supuesto contribuyó a los problemas del país con su balanza de
pagos.
Cuando el ejército
hondureño derrocó al presidente Zelaya en 2009, la división de las
Américas de Human Rights Watch hizo muy poco. Publicaron unas
declaraciones en su sitio web en los meses siguientes al golpe de
Estado, pero en gran parte no eran más que un saludo a la bandera.
HRW cuenta con acceso a los medios de opinión y noticias más
importantes de Estados Unidos. Sin embargo, en los meses
después del golpe de Estado hondureño, HRW estuvo ausente en los
medios. Por otra parte, Human Rights Watch, a diferencia de la OEA,
la ONU y el resto del mundo, nunca pidió la restitución del
presidente democráticamente electo. Durante este
tiempo, la secretaria de Estado Hillary Clinton trabajó con éxito
para evitar que Zelaya regresara a su cargo (lo cual admitió en su
libro de 2014).
Aunque a ratos denuncia
violaciones de derechos humanos por parte de gobiernos
pro-estadounidenses, la división de las Américas de HRW también a
menudo ignora o presta poca atención a los terribles crímenes que
se cometen en colaboración con el Gobierno de Estados Unidos en este
hemisferio. Uno de los peores ejemplos fue el derrocamiento del
gobierno electo de Haití en 2004, después de lo cual hubo una
matanza de miles de personas y encarcelamiento de funcionarios del
gobierno constitucional.
La OEA también tiene una
historia accidentada con respecto a los derechos humanos, incluso
jugó un papel importante en el derrocamiento del Presidente electo
de Haití en 2004 y revirtió los resultados de las elecciones de
2010 en ese país, por solicitud de Washington. No obstante, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA emitió un
comunicado en septiembre expresando su preocupación por la
destitución de Dilma, y el Secretario General de la OEA, un aliado
firme de Estados Unidos, emitió una denuncia detallada, en términos
mucho más contundentes, cuando se inició el proceso de destitución.
Todo lo anterior contrasta marcadamente con las declaraciones de
Vivanco en representación de la división de las Américas de Human
Rights Watch.
Repetida y
sistemáticamente, HRW ha descartado o ignorado las críticas
sinceras y bien documentadas en torno a sus conflictos de intereses.
Estos incluyen cartas por parte de premios Nobel, antiguos altos
funcionarios de la ONU y eruditos que instan a HRW a que “excluya
del personal de HRW, de sus asesores o de miembros de la junta a
quienes hayan elaborado o ejecutado la política exterior
norteamericana”, o incluso a que “quienes tengan responsabilidad
directa en torno a las violaciones de derechos humanos” sean
excluidos de participar en las juntas directivas de organizaciones
independientes de derechos humanos como Human Rights Watch.
Los gobiernos que cometen
violaciones de los derechos humanos -lo cual incluye a casi todos los
gobiernos del mundo- a menudo atacan a las organizaciones
occidentales de derechos humanos o a sus aliados internos (a veces
financiados por EEUU) por ser herramientas de los gobiernos
occidentales.
Por lo tanto es de
vital importancia que las organizaciones de derechos humanos se
apeguen a sus principios declarados y defiendan los derechos humanos,
apartadas de los objetivos de la política exterior de Estados
Unidos.
DEJEN SUS
APRECIACIONES EN LA SECCIÓN DE COMENTARIOS AL FINAL DE ARTICULO
.
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